miércoles, 17 de septiembre de 2008

Entrevistas realizadas para la Revista Cultural "El Sol de Peñasco" del cronista Amaranto Celaya Celaya www.elsoldepenasco.com

Entrevista # 1:
Lic. Aidé Yaracet Verduzco Villalobos, Directora del Colegio de Bachilleres (COBACH) de Puerto Peñasco (16 de agosto de 2008).

Entrevista # 2
Mtro. Enrique Rodolfo Carrión Contreras, actual Director del Instituto Tecnológico Superior de Puerto Peñasco (08 de septiembre de 2008).

Entrevista # 3
C.P. Alejandro Zepeda Munro (Octubre 2008)


Entrevista # 4
Arquitecto Fausto César Soto Lizárraga (Noviembre de 2008)

jueves, 11 de septiembre de 2008

El Perfume: historia de un asesino, de Tom Tykwer


Primera Toma presenta:
Notas sobre El perfume: historia de un asesino, de Tom Tykwer
Por Socorro González

Hace aproximadamente dos meses llegó a los videoclubes el filme Perfume, historia de un asesino (G.B., Fr., E.U., 2006) del cineasta alemán Tom Tykwer. Confieso que la esperaba con ansias, como lo he hecho con cada una de sus películas, que siempre vienen a ser una singular y fresca experiencia. Cada filme de Tykwer representa un despliegue de virtuosismo y una inventiva garantizada; aunado a esto, su genial destreza narrativa, que lo revela como un indudable autor, nos llevará a lo largo de historias que siempre se mueven en los límites de lo absurdo y lo fantástico; de lo extraordinario en los momentos más obscuros de la vida de ciertos personajes, generalmente seres marginales, aislados y solos, que deambulan cercanos a la muerte, cuya casi nula existencia se verá trastocada repentinamente por el amor y la felicidad –que cursi, dirán-; sentimientos por demás difíciles de alcanzar; y es aquí donde Tykwer, con osada maestría, entreteje su discurso y comienza la función. Basada en la novela homónima de Patrick Süskind y asumiendo los riesgos que toda adaptación literaria conlleva, El Perfume de Tykwer narra la historia de Jean-Baptiste Grenouille (Ben Wishaw), el joven aprendiz de perfumero que se convierte en asesino de jóvenes doncellas, en su búsqueda desesperada de la más perfecta esencia, poseedora de las gracias y encantos hechiceros que pongan a la humanidad a su merced. Poco a poco, este necio nigromante irá apoderándose de los más recónditos olores femeninos, mediante elaborados e inquietantes procesos de extracción. Con esta anécdota, Tykwer construirá un relato de exquisita esencia poética, de encantadora elaboración visual sólo comparada con el Barry Lyndon (G.B., 1975) de Stanley Kubrick. Su personaje sigue siendo aquel tan familiar para el cineasta, el ser que asoma su rostro desde la obscuridad; ente marginado de dudosa existencia; sobreviviente inadaptado social de mente un tanto retorcida que acude al fuerte llamado de sus sentidos, librando los obstáculos que se le presenten, perdido en la ceguera de su obsesión, tan insana pero necesaria, que finalmente saldrá redimido pese a la adversidad. Jean-Baptiste no es muy distinto de María, aquella entrañable mujer (interpretada magistralmente por Nina Petri), perdida en la infernal negrura de su casa; relegada a condición de objeto por su marido y padre; agobiada por sueños incestuosos y la culpa por la muerte de la madre; dela que hasta hoy viene siendo la obra maestra de Tykwer, María Mortal (Alemania, 1993). Ni tampoco es diferente a Sissi (aquella hierática y pálida Franka Potente), quien se encuentra a escasos segundos de la locura, inmersa en esa clínica mental donde ha tenido que aprender a masturbara los idiotas; o a Bodo (Benno Fürman), quien llora y se conmueve ante las tristezas y angustias ajenas (La princesa y el guerrero, 2000). Ni a la pareja de fugitivos, Phillipa y Fillipo (Cate Blanchet y Giovanni Ribissi, respectivamente) de En el cielo (Heaven, 2002), quien han encontrado la paz en la infinita lejanía del firmamento. La condición de fábula del filme, también es una constante en el realizador, quien presenta una especial fijación por el detalle fantástico como vehículo de liberación de sus personajes. Sólo mediante la transgresión de la realidad a través de lo fantástico, sus criaturas lograrán existir y consumar sus más recónditos deseos; así, la vida misma de Grenouille se construirá como un cuento maravilloso (sólo basta ver la genial escena del bebé en el orfanato) donde los acontecimientos se perderán ellas fronteras de la fantasía y el milagro (tan absurdo y surreal como la tierna orgía del pueblo de Greesse hacia el final de la película). Esta constante del autor es, quizá, una de las principales características que definen sus textos fílmicos.

Director: Tom Tykwer
País: Francia, Gran Bretaña, E.U.
Guión: Andrew Birkin, BernEichinger. Basada en la novela homónima de Patrik Süskind
Reparto: Ben Whishaw, Dustin Hoffman, Alan Rickman

Festival de Jazz en Puerto Peñasco


FOTOSEPTIEMBRE SONORA 2008 En Puerto Peñasco


martes, 9 de septiembre de 2008

El cine club como un acercamiento al séptimo arte

(Lectura realizada el jueves pasado en el Instituto Tecnológico de Puerto Peñasco, en compañía del escritor Guillermo Munro Palacio)
Por Socorro González Barajas, coordinador del cineclub Primera Toma, A.C.

Asomarnos por esa enorme ventana que suele ser el cine representa, para mí, una de las experiencias más sublimes y enriquecedoras en la vida. Los hermanos Lumiere nunca imaginaron que a más de cien años de su descubrimiento, el cine se convertiría en lo que hoy es, uno de los artes más bellos más que una indiscutible industria. Un mundo complejo, entretenido, reflexivo y demás adjetivos son los que podemos destacar de esta expresión artística tan gustada y buscada por todos. Como todas las artes, la cinematografía primero que nada llega a nosotros a través de los sentidos; en grave error estaría si pensara que primero se adentra en nosotros por la puerta del raciocinio. Considero que, y así lo han pensado y piensan muchos realizadores, que esta manifestación primero se siente y después se razona. Sin embargo, mucha es la historia, muchas las películas y los directores que han contribuido a la generalización de la idea de que el cine debe de analizarse y pensarse, de no ser así, no existiría su trascendencia en la historia de la humanidad. Al acercarnos al cine no lo debemos hacer con miedo o recelo, sino todo lo contrario; debemos de hacerlo con el entusiasmo y la curiosidad con que nos acercamos a otras cosas de la vida, ya que este se presenta ante nuestros ojos como un hermosos abanico de posibilidades, que aparte de entretenernos y hacernos pasar buenos ratos, nos brinda la oportunidad de la reflexión, el razonamiento y la crítica de todas aquellas historias, personajes, temas o circunstancias de la vida, que en algunas ocasiones nos resulten por demás conocidas. El cine nos habla de nosotros, de nuestra vida entre temas sociales, amorosos, políticos; nos desmenuza cuadro por cuadro los tres grandes temas de nuestro mundo: la vida, el amor y la muerte, aquellos tres temas que García Márquez nos reveló alguna vez como los tres grandes aspectos de los que siempre estamos hablando; las tres prioridades del ser humano y su curso de vida. Recordando un poco, diremos que el cine nació en 1895, en Francia; es el arte más joven en comparación con las otras artes, que son milenarias. El séptimo arte, término que se le dio en los años sesentas surge muy cercano a la disciplina de la fotografía. Este maravilloso invento llega casi inmediatamente a México, a principios de 1900; el Porfiriato lo trae con la finalidad de que se registren todos aquellos eventos presidenciales en los que el protagonista era Porfirio Díaz. El cine surge y llega a México como el cronista de la vida diaria en nuestro país a principios del siglo XX.
Un cine club es un símbolo de rebeldía y puede decirse que tiene como finalidad primordial el acercamiento al cine en una especie de análisis, desde muy diversos aspectos ideológicos. Este concepto se ideó en Francia en 1920, por los cineastas Louis Delluc y Ricciotto Canudo, en donde originalmente se estudiaba el sentido psicológico de los movimientos de cámara, dejando a la deriva otros aspectos del cine que con el paso del tiempo se asumirían como más importantes. Durante la década de los treinta y cuarentas, la idea de este tipo de agrupaciones fue evolucionando hasta convertirse en grupos de cinéfilos o aficionados al cine, que se reunían para debatir en torno a determinadas películas; el objetivo primordial de estas reuniones era (y es) la apreciación de filmes y obras que no circulaban en los teatros y en las salas de cine. En México, el primer cine club data del año 1931, denominado el Cine Club Mexicano, como filial de la Film Society de Londres, Inglaterra. En los años cincuenta y sesentas surge el primer cineclub en el Estado de Sonora, en la ciudad de Hermosillo, al interior de la Universidad de Sonora. En Puerto Peñasco es innegable la necesidad de espacios para la apreciación cinematográfica; desafortunadamente, tenemos que estar atenidos a la distribución del cine en video, debido a la desaparición de las salas de cine que algún día existieron. La formación de cineclubes en nuestra localidad es algo necesario y obligatorio, como parte de la educación que como seres humanos merecemos tener (aprovecho este momento para felicitarlos por su interés y constancia en este proyecto del ITPP, que tengo entendido, tiene más de un año con sus actividades).
La idea principal que da vida a todo cineclub es el someter a un proceso de análisis las obras fílmicas; el tratar de acercarse desde muy diversos aspectos y perspectivas a ese fenómeno que se desarrolla ante nuestros ojos. Es la labor de todo cine club el procurar buscar y exhibir todos aquellos filmes de difícil acceso pese a su poca distribución, derivada por una diversidad de circunstancias (como sus temáticas, su ideología, forma o estilo, entre otros elementos). Promover todas aquellas propuestas fílmicas que muy difícilmente llegarán a nuestros cines actuales, cuando la cinematografía norteamericana se apodera de las salas, como única oferta. La obligación y deber de un cine club es reunirse para la planificación del trabajo: que va desde la programación de los ciclos, la elaboración de los programas de mano y la organización de las charlas de introducción y conclusión, así como la moderación de la discusión después de cada proyección. En un cineclub no tiene nada que ver los estrenos con las películas clásicas. Lo importante es organizar ciclos donde se tomen en cuenta géneros, directores, temáticas o tendencias estéticas como base del diálogo reflexivo. Otro punto que debe tomarse en cuenta en las sesiones es la indiscutible condición del cine como obra de arte, con categorías y niveles; es muy importante aprender a respetar los productos cinematográficos, independientemente de su calidad; asimilar todo desde un punto de vista crítico positivo, para el momento del análisis de las imágenes en movimiento. Respecto a la cuestión de los géneros, un aspecto que ayuda mucho en la interpretación y asimilación del cine, les diré lo siguiente. En este arte existen una diversidad de géneros que se definen en base a la forma y contenido de las películas, esencialmente. Los dos más grandes géneros en el cine son el documental (el que dio vida al cine con los hnos. Lumiere y “La llegada del tren”, aquella fantástica proyección que dio vida este gran acontecimiento que es el cine) y la ficción. Este último a su vez se desglosa en una diversidad de géneros de los cuales los más destacables son el melodrama, la comedia, el suspenso, el horror, el épico, el histórico, la ciencia ficción o el cine negro, todos estos géneros definidos básicamente por las características espacio temporal, su ambientación, estilo narrativo y temático.
Otra forma de acercarse al cine es a través de sus autores o directores; analizando sus trayectorias y propuestas; en lo que se ha dado a conocer como cine de autor; aquel cine donde el director, por lo general también el guionista, se convierte en cierta manera en lo principal de la película, donde con plena libertad realiza todas sus inquietudes en las obras fílmicas.
La cuestión social, política e ideológica, donde el cine se ha llegado a considerar como una poderosa arma de irreverencia y rebeldía.

Mencionar algunos títulos: Garganta profunda, La última tentación de Cristo, Santa sangre, Calígula, filmes altamente recomendables y que todo miembro de un cineclub debe de apreciar.

NOTA: No olvidar nuestra historia como cineclub, Primera Toma, hablar de los logros: cursos, diplomados, festivales, acervo fílmico, etc.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Entrevistas para la REVISTA CRÓNICAS DE NUESTRA GENTE DE GUILLERMO MUNRO PALACIOS

Entrevista # 1
María Eugenia "Kena" Vázquez Grajeda.
05 de agosto de 2008.
En Condominios BELLA SIRENA.
Entrevista # 2
Sr. Rubén Encinas Peñúñuri.
7,8 y 11 de agosto de 2008.
En su oficina.
Entrevista #3
Sra. Adelaida Duarte Gutiérrez, viuda de Peralta. Domingo, 10 de agosto de 2008
En su hogar ubicado en la calle
Francisco León de la Barra s/n entre Iturbide y Galeana Colonia Centro Sur
Entrevista #4
Sr. Antonio Hernández Mosqueda.
Miércoles, 13 de agosto de 2008.
En su hogar en la Colonia López Portillo.
Entrevista #5
Miriam Velázquez Bay, ‘Mita’.
En su casa ubicada en la Calle Sinaloa, cerca de las villas.
Entrevista #6
Lic. Lorenzo Arvizu Millán.
Martes, 18 de agosto de 2008.
En su hogar, a un lado de Zuquin Cakes
Entrevista #7
Lic. María Azucena Mazón Gamboa.
Viernes, 22 de agosto de 2008.
En su hogar por la Calle Nuevo Léon
Entrevista #8
Sra. María Delia Nuñez Bernal, Directora del periódico "De Deveras"
Entrevista #9
Armando Noriega, Músico Profesional
Entrevista #10
Fernando García Chávez, Campeón Fisiconstructivista
Entrevista #11
Sr. Javier García Barbosa, Dueño del Restaurante "La Casa del Capitán"
Entrevista #12
Lic. Jesús Armando Ramírez Islas, Notario Público 29
Entrevista #13
Sr. Jesús Guzmán López.
El jueves, 11 de septiembre de 2008.
En su casa, privada León de la Barra
Entrevista #14
Sr. Francisco Javier “Pico” Germán Carrillo,
El viernes, 07 de septiembre de 2008
En su casa ubicada por la calle Miguel Hidalgo y Blvd. Josefa Ortiz de Domínguez

Durmiendo con el enemigo, Lust, caution de Ang Lee

Lust, caution (… 2008) es el título del más reciente filme (del que tenemos noticias, más bien) del ahora polémico director taiwanés Ang Lee. El año pasado, Lee acaparó la crítica y los reflectores con su aclamada y premiada película Brockeback mountain (obviamente titulada Secreto en la montaña, …, 2007. Historia protagonizada por Jake Gyllenjal y el ahora ausente Heath Ledger), filme que narraba la conmovedora historia de dos “rudos” vaqueros que se enamoraban durante su trabajo en una montaña en E.E.U.U., llamada Brockeback, cuidando rebaños de ovejas. Sin embargo, Ang Lee fue bien recibido desde que se dio a conocer con su primera película, hasta llegar a la cinta El Tigre y el Dragón, filme que despejó posibles dudas en torno a la capacidad y poder creativo de este realizador. Con Lee sucede algo extraordinario, que no original ni único, es uno de los pocos cineastas conocidos que ha construido una sólida trayectoria fílmica mediante la exploración de los géneros fílmicos en cada una de sus películas (comparable con la del maestro Stanley Kubrick, sólo que éste filmó con menor frecuencia). Lo admirable en Lee es que cada una de sus obras son excelentes y geniales y lo consolidan como un auteur pese a su irregularidad genérica. Desde el Banquete de bodas (…); pasando por Sense and sensibility (…); The ice storm (…); o The Hulk (…); hasta esta su más reciente propuesta, un melodrama erótico (por muy simple que suene), titulado en nuestro país Lujuria y precaución. Este relato, basado en la historia corta Se, Jei, de Eileen Chang, se ubica en 1942, durante la ocupación japonesa en Shangái, cuando diversas células de jóvenes rebeldes pretendían liquidar a ciertos traidores a la soberanía China. Es el racconto donde la doncella aspirante a actriz Wong Chia Chi (Tan Wei) tendrá que interpretar el mejor papel de su vida, Mak Tai Tai, la dulce y vulnerable mujercita que seduce al frío y enigmático Sr. Yee (Tony Leung Chiu Wai), como parte de un ingenuo plan insurrecto destinado al fracaso. Mas todo esto queda como mero pretexto espaciotemporal y anecdótico para lo que, pausadamente, se convierte en una trama de encuentro y descubrimiento; de lúbrico deseo y sexo desmedido; una historia de amour fou cuyas bases son los límites que imponen los orgasmos de la pareja protagonista. Con Ang Lee las ideas parecen ser más sutiles y menos violentas, sin embargo su cinta remite a clásicos como Last tango in Paris (Bernardo Bertollucci…); Le empire de sens (Nagisa Oshima…) e incluso L’amant (Jean-Jaques Annaud…) obras cuya esencia es el sexo, donde el amor viene después o nunca llega. La sustancia es el reconocimiento de los cuerpos mediante los olores y líquidos propios del acto; el sudor y el dolor que implica la rigidez de la penetración y las complejas formas que adquieren los cuerpos, redimensionados por la sensible y explícita (pero no menos bella e intensa) cámara del mexicano Rodrigo Prieto (el mismo responsable de los apacibles y hermosos paisajes, cómplices del idilio en Brockeback mountain). Lust, caution es una pieza de poderosos momentos, como el delirante ajusticiamiento ¿o asesinato? colectivo del traidor Tsao, escena cuya acción transpira una angustiante torpeza y horror desesperado. El primer y torpe encuentro de los amantes, Tai Tai y Yee; o el tardío beso de Huang a Chia Chi, que ofende más que alagar. Demás está mencionar las maravillosas escenas de cama, cuya poesía inquieta hasta al más mojigato. Lejos de su húmedo lecho, los amantes se verán inmersos en una conmovedora reflexión en torno a la traición y la venganza. Personajes involucrados en una débil lucha entre los más sedientos sentimientos de justicia y el inevitable nacimiento del cariño y el afecto, como dolorosa condena redentora e inesperada. Sin concesiones ni atisbos de final feliz, Lee concluye tajantemente en la construcción de una historia que sabe a tristeza y dolor; al amargo desencanto de unos jóvenes creyentes, finamente utilizados, cuya lucha se perdió como la de tantos, pese a los esfuerzos exigidos por un nacionalismo radical, pero momentáneamente sometido.

Apuntes sobre la desnudez de solitarios cuerpos femeninos


¿Quién recuerda un filme titulado Amor a la vuelta de la esquina…? Zipeando en el televisor, una madrugada después de escribir un poco, encontré de nuevo esta película realizada en el trágico 1985. Me llené de regocijo, no lo niego, pues muchos años habían transcurrido desde que vi una copia, en muy mal estado, de esta joya del cine mexicano contemporáneo, facturada en esa época cuando el cine nacional resurgió de las cenizas, cual ave fénix; años en que nuestras películas se distribuyeron bajo la optimista leyenda de “Cine mexicano, la nueva era”; días felices aquellos en que todavía las entregas de los premios Ariel a la cinematografía mexicana se televisaban. El filme fue hecho por Alberto Cortés, realizador mexicano un tanto irregular (en el género de la ficción) que se inició en el cortometraje documental de temática social en los años setentas (género en el que todavía continúa) y que ha consolidado más una carrera como director de telenovelas para Televisa. Desafortunadamente, Cortés sólo nos ha legado tres largometrajes de ficción, la ya mencionada, Ciudad de ciegos (México, 1991) y Violeta (México/Cuba, 1997), las tres, buenas cintas que muy difícilmente se pueden encontrar una madrugada en la televisión por cable o circulando en los videos… y del D.F., solamente. ¿Qué fue Amor a la vuelta de la esquina? en primer lugar era una cinta protagonizada por Gabriela Roel (que por cierto aún anda por ahí en la serie Capadocia) en sus mejores tiempos, muy joven y muy hermosa, y Alonso Echánove, gran actor, quien años después desapareció de los platós de celuloide a causa de su adicción a las drogas. Esta era una historia de amor casi imposible entre una prostituta y un ladrón, consumado sólo por unos días y truncado por muchos meses y años por las circunstancias de la vida. La crónica de un enamoramiento inmediato, reforzado por una intensa atracción sexual que ambos consumaban cada que había oportunidad, en el coche, en el cuarto de un hotel de paso, en la playa, en un sauna… Desafortunadamente, la pareja se vería separada al caer él en la cárcel, a causa de su inclinación por el hurto de lo ajeno. Cortés iniciaba entonces una contemplativa reflexión en torno a la soledad de una mujer enamorada que veía pasar los días, extraviada en una ciudad donde no había más alternativa que fornicar con extraños; atender a un hirsuto y desencantado cliente enamorado (Juan Carlos Colombo); dar un paseo trivial de jovencitas traviesas con su amiga de talón Marta y emborracharse con tequila, sentada un día entero (mirando pasar el tiempo mediante ingeniosas elipsis) en su cantina preferida. Reflexión pausada al extremo de lo soporífero y desesperante (esa era la intención), donde la indiscreta cámara de Guillermo Navarro brindaba al espectador, a detalle, la oportunidad de deleitarse con la cándida belleza de Roel, en un lento viaje hacia la intimidad más desnuda de una mujer que esperaba, siempre esperaba; “encuerada” y “borracha” la mayor parte del tiempo, en su largo viaje urbano de reconocimiento. Mujer movida siempre por un deseo inexpresable e indecible; perdida en el espectral escenario expresionista de la habitación de un hotel que nunca vemos, que sólo conocemos por ese cuarto carente de paredes, fondeado en negro como si de un teatro de marionetas para niños se tratara. Mujer de anhelante mirada que sólo le quedó el empezar a robar para escapar de ese lapso rutinario y emprender un disparatado viaje a Acapulco como si de una búsqueda se tratara. Con guión de José Agustín, Albertine Sarrazín y el propio Cortés, Amor a la vuelta de la esquina fue todo un suceso fílmico en nuestro país (la película tuvo varias nominaciones al premio Ariel, llevándose el de Ópera Prima y Mejor Actriz a Roel), debido a la sensibilidad que transmitía, a esa suave y dulce poesía erótica que fue el ver a su protagonista desnuda y ausente, metáfora de un paraíso compactado en su anatomía mesurada y sutil (ya no era la sexual, voluptuosa e inquietante belleza de Isela Vega, Sasha Montenegro o Angélica Chaín; sino más bien una femineidad a lo Meche Carreño o Alma Muriel), en espera del macho que le cimbró el corazón. La crítica reconoció a Cortés como a alguien que apostaba por un cine diferente, en medio de una cinematografía llena de ficheras y narcos (propuestas valiosas también, por su condición de auténticas); reconoció al autor de un cine desinhibido; de ritmo lento y contemplativo; de sutileza y teatralidad narrativas; de imágenes esencialmente poéticas, más allegado a los estilos europeos que a los mexicanos, éstos últimos mucho más fuertes y directos, pero no menos geniales (como sus contemporáneos Cazals, Ripstein o Hermosillo, todos en esa su vieja etapa).
Con Ciudad de ciegos (un título enigmático), Cortés llamó de nuevo la atención. Seis años habían transcurrido de su ópera prima y el cineasta retornaba con un filme orquestal (muy a lo Robert Altman), con muchos personajes y una diversidad de situaciones que giraban en torno a la convivencia erótica, sexual y amorosa, a través de distintas épocas, en un departamento perdido en un edificio de la Ciudad de México. Otra vez aquí, el tema principal era la mujer, burlada, enamorada, herida, ilusionada, abusada, seducida. Como si de un homenaje se tratara, Cortés regresó a su musa como el resumen erótico de su película (la primera secuencia del filme era Socorro, Roel aún más bella, caminando provocativamente, metida en un traje sastre que le ceñía maravillosamente el cuerpo, que bajo la tela vestía liguero y medias de seda, en una innegable referencia a una famosa foto de los años cuarenta, donde una mujer con cintura de avispa fue capturada por un fotógrafo del cual no recuerdo su nombre). Así iniciaba esta interesante reflexión (que en momentos peca de pretenciosa, sobre todo hacia el final, en aquel caótico videoclip musical protagonizado por algunas rockstar mexicanas de aquellos días, como Caifanes o Santa Sabina) sobre la mujer enfrentada al sexo y al amor; irónico desglose de vidas mediante las impecables y reconocibles elipsis espaciotemporales, sin cortes, de Guillermo Navarro (musicalmente acompañadas por José Elorza, quien recibió su nominación al Ariel) recurso que ya habíamos visto en Amor a la vuelta…, cuya cámara se desplaza coreográficamente a través de las paredes de este complejo departamental, que a media película recibe simbólicamente el embate de aquel sismo que minó a gran parte de la población de la ciudad, como conclusión a una de las historias más interesantes del filme, aquella en que la excelente Elpidia Carrillo maquillaba como “mujercita” a su esclavo amante, Enrique Rocha, en un perverso ritual pre “cachondo”, para posteriormente mirar a cámara con el rostro lleno de dolor y con música de fondo, “Aquí me quedo, aquí nací y aquí me muero, aquí nació mi sueño, aquí nacieron, el agua del arroyo y tú…” El filme, complejo en su narrativa, se desarrollaba entonces como un retablo o mosaico de historias protagonizadas por corazones femeninos, enamorados y muy erotizados; pero finalmente solitarios, como sus cuerpos desnudos frente al espejo, frente a la ventana, en la tina de baño, sobre la hamaca, la cama o cualquier rincón. Lo importante aquí era esa especie de reflexivo y duro homenaje a las féminas en distintas circunstancias de su intimidad.
Entre telenovelas y cortometrajes, Alberto Cortés viajó a Guantánamo, Cuba para realizar Violeta en el año de 1997, desgraciadamente no he podido localizar esta película por ningún lado, y me consuelo pensando en que debe de ser éste un trabajo interesante; sin traiciones, por su título evidentemente de sexo femenino; esperanzado en que Cortés continúe con su admirable estilo (a quien Reygadas debe algo, sólo que con señores como protagonistas), que lo siento un poco desperdiciado en las teleseries. Pero el trabajo es trabajo.

Algo de sus realizacxiones
Cortos documentales: 20 de marzo (’76); La marcha (’77); La institución del silencio (’77); Imágenes de Nicaragua (’89); entre otros.
Largometrajes: Amor a la vuelta de la esquina (’85); Ciudad de ciegos (’91); Violeta (’97)Telenovelas: Atrévete a olvidarme; Ramona (compartiendo créditos con Nicolás Echevarría); Morir dos veces; El día que me quieras; entre otras