viernes, 5 de diciembre de 2008

Arráncame la vida (Roberto Sneider, México, 2008)


(Proyección PPE # 3)
El Cine Club Primera Toma, A.C., presenta en su Ciclo de Estreno, en El kiosco del Arte de La Plaza del Camarón (enfrente del Ayuntamiento de Puerto Peñasco), Blvd. Benito Juárez y Blvd. Fremont, Colonia Centro. Este jueves, 13 de noviembre de 2008, en punto de las 8:30 p.m., la película:



Nostalgia de amores pasados
Arráncame la vida de Roberto Sneider
Por Socorro González

Ya hacía algunos años que una película mexicana no causaba tanto revuelo como la que hoy nos ocupa, Arráncame la vida (México, 2008) de Roberto Sneider. Anteriormente este realizador nos había entregado Dos crímenes, una interesante y divertida comedia negra protagonizada por Demian Alcázar, adaptación de la novela homónima del ya fallecido escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia. Después de varios años, Sneider regresa nuevamente al largometraje con otra adaptación literaria, en esta ocasión del exitosísimo libro de Ángeles Mastretta (publicado en 1985, si mal no recuerdo) titulado con la bonita frase, cual homenaje póstumo a uno de los tangos más famosos del desaparecido argentino Carlos Gardel, Arráncame la vida. Recuerdo el libro como una entretenida novela que leí en mi adolescencia, llena de información histórica oficial y de otra no tan oficial pero aún más entretenida; recuerdo una prosa sencilla y directa, sin muchas figuras retóricas ni rebuscamientos formales, pero sí poseedora de una fluidez y un encanto narrativos que me llevaron a terminar sus páginas en muy poco tiempo (dos días quizá). De pronto me di cuenta de que Mastretta, con facilidad, me había ingresado al proceso de maduración de la intimidad de una mujer; pronto había descubierto el pasar de los años en el rostro de una jovencita llamada Catalina que por error o por ventura se casó con el “hombre equivocado”, quien sin duda es el pilar de esta historia de amor a la mexicana, cocinada hábil y jugosamente con un poco de anécdota política del México de los treinta y cuarentas. Dura empresa fue sin duda para Sneider el llevar al celuloide un relato lleno de detalles históricos, donde se evidenciaban la carrera y fechorías del General Andrés Asencio (personaje inspirado en Maximino Ávila Camacho, quien fuera hermano de Manuel Ávila Camacho, presidente de la República en los años posteriores a Lázaro Cárdenas); sesenta y cinco millones de pesos se recaudaron para su producción y un millón de dólares por parte de una importante productora norteamericana para su promoción, así como quinientas copias para su distribución, un hecho sin precedentes dentro de la cinematografía mexicana. Lo importante es que, al ver la película, es posible encontrar todo ese montón de dinero en cada uno de sus detalles, empezando por la dirección de arte a cargo de Rafael Mandujano hasta su bien lograda y bella fotografía, responsabilidad del vasco Javier Aguirresarobe (prestigiado fotógrafo responsable de trabajos como Los otros, de Alejandro Amenábar y Vicky Cristina Barcelona, el más reciente filme de Woody Allen). Sneider, guionista también del filme, decide dejar un poco de lado toda esa minuciosa información espaciotemporal de un México políticamente convulsivo que Mastretta desarrollaba en su novela, para centrarse en la esencia de esta historia: Catalina (Ana Claudia Talancón) y Andrés (Daniel Giménez Cacho) y describir con notoria habilidad el proceso de su amor, primariamente basado en la consumación de un deseo carnal motivado por la curiosidad, el encantamiento y la lujuria. Un amor que en Catalina, desde el primer día de casada, empieza lentamente a morir, al descubrirse atado de por vida a la figura de un hombre difícil en sus tratos y modos que la avejenta un poco; un amor que se niega a enjaularse y un buen día decide volar hacia otro cuerpo y otra mente y extenderse, aunque sea por muy poco tiempo en la figura de Carlos (José María Tavira). Un amor mutilado por la muerte. Sneider logra en casi dos horas de metraje extraer la pulpa de una historia que sabe a nostalgia de un México ya ido; melodrama de época (un poco homenaje al cine mexicano de la Época de Oro) que no busca mayores pretensiones que las de entretener, muy dignamente, a un público ávido de historias de amor, de infidelidad y traiciones. Un cine sin rebuscamientos ideológicos y formales; sin violencia innecesaria ni torturas psicológicas. Arráncame la vida debe asumirse como es, un relato de amor, perdido o no pero amor al fin de cuentas, es Como agua para chocolate pero menos pretenciosa; o como Otilia Rauda un poco más cursi. Una película familiar impecablemente hecha, en su narrativa y en su técnica, que se ha convertido en el fenómeno fílmico de nuestro país, para pesar de muchos y regocijo de otros.

1 comentario:

Estrellas dijo...

esta bien tu blog, pero esta demasiado largo y me costo leerlo